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Leyenda tailandesa: Un monje hechicero

por Pierre To
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Leyenda de Tailandia

Un monje hechicero había hecho de la magia su principal ocupación. Había penetrado tan profundamente en sus misterios que podía, con ayuda de mantras, transformarse en tigre y todas las noches no dejaba de ejercer su poder.

Pero esta metamorfosis le hizo adoptar los hábitos carnívoros de esta bestia.

En monje brujo que se había convertido en tigre, siempre le consumía el deseo de comer carne humana.

Así que empezó devorando a sus discípulos.

Cuando cada noche desaparecía uno de ellos, una gran emoción reinaba en el monasterio y en el país circundante.

Se puso en marcha una investigación y, tras mil búsquedas, finalmente se encontraron huesos humanos apilados bajo la cama del sacerdote.

Sospechando alguna extraña maldición y temiendo el destino de sus compañeros, los monjes abandonaron la pagoda, pero no se atrevieron a quejarse abiertamente.

En monje brujo Se quedó solo y pidió a los fieles del barrio que le enviaran niños para que le sirvieran.

Le llevaron seis o siete, todos los cuales desaparecieron para gran asombro de los padres.

A partir de entonces, los niños ya no le fueron confiados.

Por ello, el monje se vio reducido a correr de noche, donde tuvo que arreglárselas con perros y cerdos.

Una noche, unos comerciantes de búfalos vinieron a buscar refugio para pasar la noche en la sâla de la pagoda.

En monje brujo conociendo su irresistible pasión y previendo el peligro que iban a correr estas pobres gentes, les advirtió de que había un tigre muy peligroso merodeando por la pagoda de noche y que corrían peligro de ser devorados.

- Bah -dijo el jefe de la banda-, he cruzado la selva donde hay muchos más tigres; aquí no temo a nada.

Pero después de esta advertencia, pensó que era prudente precaverse contra cualquier sorpresa, y para ello hizo tres estatuillas de búfalos de cera, que colocó a la entrada de la sâla, en lo alto de la escalera, y luego, tras recitar mantras que había recibido de un hechicero, se fue a dormir con sus compañeros.

El tigre llegó, pero en cuanto alcanzó el rellano de la escalera se encontró en presencia de tres búfalos, ya no de cera, sino de carne y hueso.

Los mantras del mercader habían hecho esta maravilla.

Atacado enérgicamente por estos formidables adversarios, el tigre pronto fue derribado, lanzado por los aires y luego destripado.

Cuando los mercaderes se despertaron por la mañana, encontraron al viejo monje muerto junto a las estatuas, con el vientre abierto y las entrañas derramadas.

El jefe, un poco brujo él mismo, comprendió lo que había ocurrido. Hizo retirar el cadáver y, tras hacer una pira adecuada, le prendió fuego.

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Terminada la ceremonia, la caravana prosiguió su camino. Pero la pagoda, aunque liberada del monstruo, permaneció abandonada, golpeada por una maldición.

Por Charles HARDOUIN
Publicado en la Revue des traditions populaires,
1890, vol. V, pp. 696-708.

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